lunes, 4 de septiembre de 2017

El problema de los Tres Cuerpos

Tras un verano bastante sabático, no se me ocurre una novela mejor con la que volver a la carga a las reseñas de este blog.

El problema de los Tres Cuerpos es la primera parte de una trilogía de ciencia ficción cuya continuación, El bosque oscuro, se publica este mismo mes, escrita por Cixin Liu y traída a España de la mano de Nova. 

Se trata de una de esas novelas a las que merece la pena llegar virgen, sabiendo lo mínimo de la trama que desarrolla en el interior de sus páginas.

Al igual que ocurría en Estados Unidos de Japón, la narración comienza a raíz de un acontecimiento histórico real, en este caso, la Revolución Cultural China, centrándose en todo momento en el plano de la investigación física y su visión reaccionaria frente a los principios que se consideran contrarrevolucionarios para la lucha. A raíz de ello, vamos conociendo el funcionamiento del nuevo orden establecido en China y cómo los intelectuales se ven afectados por él.

A lo largo de la primera mitad del libro, Cixin Liu te llevará de la mano por esa nueva sociedad que ha creado, introduciendo constantemente elementos de intriga que, innegablemente, te van a mantener en vilo e incapaz de soltar el libro, dejando esa segunda mitad para que estas se desarrollen lentamente e incluyendo las bases sobre las que versarán las siguientes partes.

Como digo, uno de los pilares fundamentales de esta trilogía es la física y, si bien los lectores con conocimientos en esta materia van a disfrutar gratamente con la temática, no es algo que deban temer aquellos cuya área de estudio dista completamente de la mencionada, es un libro accesible y adictivo para todo tipo de público.

Sin embargo, el hecho de que sea una novela con buen ritmo y que mantiene al lector pegado al sillón no me parece que sea necesariamente sinónimo de que es una buena novela o, al menos, no tan buena como la plantean al haberla promocionado personajes públicos como Barack Obama o Mark Zuckerberg.

Para empezar, la influencia histórica está pervertida hasta puntos que resultan ofensivos
o simplemente ridículos, provocando que la crítica anti-comunista que el autor pretende llevar a cabo caiga en lo absurdo. Por otro lado, la relación geopolítica entre las distintas naciones es prácticamente inexistente, pues solo conocemos la situación en China y algo de la de Rusia por dos o tres comentarios velados cuando, en teoría, este se suponía uno de los puntos fuertes de la novela según las campañas de marketing.

Al mismo tiempo, el autor cuida mucho el plano de la física en la historia, pero a otros aspectos que deberían tener más desarrollo para solventar ciertas tramas les da una solución completamente pobre, como sería el caso de la lingüística.

En resumen, es un libro repleto de luces y sombras, pero con ideas tan originales que merece, como mínimo, una oportunidad.